Desde siempre, la literatura y la comida han compartido un vínculo profundo y simbólico. Ambas son formas de narrar y de vivir; ambas evocan memorias, ambas despiertan los sentidos y construyen mundos.
Sabemos que en muchas novelas, un plato no es solo un alimento: es contexto, es emoción, es identidad. Ya sea una sopa humeante o una copa de vino, los sabores narrados nos transportan tanto como las palabras, ¿verdad?
La comida en la literatura se utiliza para mostrar estados de ánimo, relaciones familiares, clases sociales o incluso transformaciones personales. Algo muy de verdad, con los que todos nos identificamos.
Al leer, también degustamos. Y al cocinar o comer, también recordamos historias y rendimos homenaje a grandes títulos de la literatura.
Esta semana he publicado un artículo a petición de una de mis seguidoras: Crear un club de lectura divertido. Y en este artículo anunciaba que mi siguiente publicación en el blog sería un artículo para amenizar vuestros encuentros del club saboreando postres relacionados con la lectura acompañados de té o café, también podéis incluir un vino o un cóctel.
En los encuentros de los clubes de lectura, se comparten voces, ideas y sensaciones, añadir un plato inspirado en una obra literaria puede enriquecer vuestra experiencia lectora. Creando un puente entre la ficción y la vida, entre lo que leemos y lo que compartimos.
Os voy a proponer algunas recetas que aparecen en la literatura, las que recuerdo y las que son fáciles de preparar para que la próxima reunión de tu club de lectura tenga no solo buenas conversaciones, sino también aromas y sabores que hagan eco en la memoria. En cada receta dejo el título de la obra que la inspira, haciendo clic en ese título podéis saber más del libro y comprarlo en Amazon.